22 de diciembre de 2015, recibo un mensaje, es Ramón, y
según lo leo los ojos se me abren como platos y una sonrisilla se va dibujando
en mi cara. En el mensaje dos fotos, una de una gran pared y la otra de una
fisura perfecta y una frase que dice “¿te vendrías aquí de expedición?” En el
margen de una de las fotos pone Perestroikacrack,
Kirguistán. No la conocía, pero ni siquiera la busque, mi respuesta fue
“por supuesto”, con las fotos me bastaba para saber que quería ir allí y
acerté. Así fue cómo empezó la aventura.
Mi compañero es Ramón Portilla, gran alpinista, que ha
recorrido de aventura en aventura muchos países del mundo. Por aquel entonces
ya habíamos escalado juntos, nos autodenominábamos “la cordada revelación” y ya
habíamos vivido alguna aventurilla, como conseguir salir de noche de la canal
de Arribes, pero no habíamos ido todavía de expedición juntos. Era bueno para
los dos, Ramón podía presumir con sus amigos de irse de expedición con una de
30 (años) y yo podía presumir de irme de expedición con Ramón Portilla, un
referente para mí, un grande que me había hecho soñar con los capítulos de “Al
filo” cuando era pequeña.
Pronto Jesús Velasco “Chuchi” se unió a la expedición. Se
hizo un poco de rogar pero creo que en el fondo estaba deseando venir. Los tres
habíamos empezado el año pasado el proyecto y la ilusión de abrir una via en
Arribes del Duero, en el que seguimos, y era muy bonito ir los tres juntos a
Kirguistán.
Empezaba esa etapa previa a todo viaje, que es la de
organización y búsqueda de información, una etapa emocionante. Según iba viendo
cosas, más ganas tenia de ir a ese lugar. Me encantaba encontrar información
interesante y compartirla con mis compañeros. Y sin darnos cuenta, lo que
veíamos como un sueño lejano, estaba a punto de hacerse realidad en cuestión de
un par de días, si el intento de golpe de estado en Estambul fracasaba, claro.
Y así fue, el día 20 de julio estábamos los tres en el aeropuerto de Madrid
además de Prado, Mila y Noe, tres chicas que se habían unido para hacer un
trekking; todos con la ilusión del viaje que comienza.
Las maravillas de la ingeniería hacen que en un día
aparezcamos en Osh, una ciudad al sur de Kirguistán, a casi 8.000 km de Madrid.
Yo ya había estado allí en el 2013 cuando fui al pico Lenin, al igual que Ramón
el año pasado y me hacía ilusión reconocer sitios donde había estado. Después
de una visita al mercado de Osh donde pudimos aprovisionarnos entre otras cosas
de los ricos frutos secos que hay en el país, nos esperaba una larga jornada en
furgoneta o lo que ellos llaman maharastra
hasta Batken, de donde ya partiríamos andando al día siguiente.
La aproximación hasta el campo base nos costó 3 días de
largas jornadas de entre 6 y 10 horas andando, atravesando valles y collados de
todos los colores, verdes, con piedra marrón, rojiza o negra; mezclándonos con
la escasa población que encontrábamos.
En praderas junto a un rio montábamos nuestro campamento,
que recogíamos al día siguiente para continuar nuestra ruta. Y por fin desde un
collado pudimos ver al fondo toda una cordillera de cumbres nevadas,
reconociendo algún pico cercano a nuestro objetivo. Hacia allí nos dirigíamos.
En el campo base nos esperaba una agradable familia, Hassan
el padre, Kunduz la madre y Jasmine la niña, que serían nuestros cocineros y
nos harían la estancia mucho más agradable. Fue un gran placer compartir esos
días con ellos y al final cuando tienes que abandonar el lugar te sorprendes
del cariño que puedes llegar a coger a la gente en apenas 20 días. Pero eso es
uno de los grandes tesoros de viajar, el poder mezclarte con la gente local,
conocer su cultura y compartir momentos, que se van a quedar grabados de por
vida en tu corazón.
El campo base era un lugar agradable, con césped, arbolitos
y al lado el rio glaciar de color grisáceo… el ruido del río nos acompañaría
incluso cuando estábamos en la pared y sonaba tan cerca que parecía que
estábamos abajo. Una curiosidad acerca de los nombres de los valles Aksu y
Karasu que significa “aguas negras” y “aguas blancas”.
Los primeros cinco días llovía sin cesar. Y nos dedicábamos
a ir de nuestra tienda a la tienda comedor y allí leíamos, jugábamos al mus,
charlábamos… también intercambiábamos clases de kirguiz-castellano con la
familia. De vez en cuando hacíamos algún porteo y dábamos algún paseo bajo la
lluvia para luchar contra la desidia. Oscar, Ana y Papila también estaban allí
con el mismo objetivo y compartíamos campo base.
Se acercaba la cuenta atrás y por fin llegó el momento de
intentarlo. Acordamos que Papila, Ana y Oscar fueran por delante, porque
considerábamos que irían más rápido, así que ellos intentarían llegar en un día
a la R12 y nosotros a la R5 pero finalmente los seis llegamos hasta la R5,
donde pudimos montar dos tiendas de campaña. Los primeros 5 largos son fáciles
y disfrutones pero estaban demasiado mojados y nos dieron más guerra de lo
esperado. Por la tarde, como era habitual, empezó a caer agua nieve. En ese
momento estábamos remontando el petate. Estaba parada en la reunión con mucho
frío y pensaba en terminar las maniobras, montar la tienda y meterme en el
saco.
Aquella noche el viento sopló con fuerza sin parar y por la
mañana el frío hizo que no pudiéramos empezar a escalar hasta las 11
aproximadamente. Y por la tarde comenzó a llover así que fijamos un largo de
cuerda y nos bajamos de nuevo a la tienda.
A la mañana siguiente de nuevo la misma tónica, viento y
frío que ponían a prueba nuestra paciencia. Chuchi había perdido la motivación
y decidió bajarse con Óscar. Se nos iba un pilar fuerte pero Ramón y yo no
podíamos irnos de allí sin intentarlo. Mientras Ramón apoyaba la bajada de
nuestros compañeros, Papila, Ana y yo continuamos escalando, ya por fin esos
largos de fisura que se ven en todas las fotos de Perestroika y con los que
sueñas una y mil veces. Y ningún sueño es comparable con la realidad, ¡Que
fisura perfecta de puños y pies! Para variar, a mediodía se puso a granizar y
nos bajamos de nuevo a la tienda, habíamos conseguido fijar tres largos más.
Íbamos avanzando poco a poco pero deseábamos salir ya de
aquella reunión. Al día siguiente la idea era subir hasta la R12 (sería nuestra
R13, se aconseja partir el largo 12 en dos). Papila, con problemas estomacales
y Ana se bajaron, nos quedábamos Ramón y yo solos en la pared, que seguíamos con
la idea de intentarlo hasta el final. Jumareamos los largos que habíamos fijado
hasta la R8. Desde ese punto, los largos empezaban a ser algo más difíciles, de
fisuras anchas y diedros pero Ramón y yo seguíamos motivados con llegar a la
repisa donde íbamos a vivaquear. Llegábamos a las reuniones exhaustos pero
estábamos contentos y orgullosos de estar allí. Mientras Ramón jumareaba el
largo, yo remontaba el petate, y así con un buen trabajo de los dos y los
ánimos incondicionales de mi compañero llegamos a la repisa.
Para nuestra sorpresa no cabía una tienda, tal y como ponía
en el croquis, un peso importante que nos podíamos haber ahorrado. En la repisa
caben dos personas tumbadas, nos acomodamos para dormir lo mejor posible y
preparamos una rica cena de liofilizados. Cuando nos acostamos, ya de noche,
las nubes cubrían el cielo. Estaba cansada así que no me dio tiempo a pensar
mucho y enseguida me quedé dormida. En mitad de la noche me desperté, abrí los
ojos y vi uno de los cielos más luminosos y estrellados que recuerdo, giré la
cabeza hacia la izquierda enfrente y allí estaba la silueta de las tres grandes
paredes de granito que nos habían acompañado todo este tiempo. Me volví a
quedar dormida.
A la mañana siguiente nos despertamos con ganas de llegar a
la cumbre. Hacía frío y viento y unas ligeras nubes asomaban por el principio
del valle. Todavía nos quedaban unos cuantos largos duros antes de la trepada
final a la cumbre. Me notaba cansada pero la cabeza seguía funcionando y tiraba
de mí, seguía motivada.
Después de tres largos, mientras Ramón llegaba a la reunión,
empezó a llover. También había truenos.
Cuando mi compañero llegó donde yo
estaba, los dos debimos de poner la misma cara de terror porque sin mucha
discusión, simplemente intercambiando un par de frases, comenzamos a rapelar.
La decisión estaba tomada y ya estábamos bajando, había poco que pensar y sobre
todo había que concentrarse en el descenso, ya habría tiempo para la reflexión
en la tienda. El descenso se complicó, las cuerdas se nos engancharon y tuvimos
que jumarear un largo de 50 metros, aún bajo la lluvia, para recuperar las
cuerdas. Nos dio algo de tregua la lluvia y después de un duro descenso
llegamos a la tienda en la R5. Ramón preparó la cena y fue el mejor pollo al
curry que he tomado nunca! A partir de ese momento llegaron las bromas que
habíamos dejado de hacer durante los días anteriores y a la mañana siguiente
las reflexiones. Nos habíamos equivocado, pues al final lo que parecía una gran
tormenta se había quedado en una pequeña tormenta de tarde. Pero yo estaba
satisfecha con nuestra actuación, por lo menos lo habíamos intentado, lo
habíamos peleado y habíamos dado lo mejor de nosotros mismos y sobre todo
habíamos disfrutado del camino recorrido. Y cuando es así, para mí es un éxito.
Chuchi nos esperó en la base de la pared para acompañarnos
hasta el campo base. Allí estaban el resto de compañeros, además de mis amigas
Esther y Ruth, recién llegadas y otros nuevos amigos, Oriol y Marisol. Todavía
tuvimos un par de días de sol para hacer unas vías más cortitas y disfrutar de
los últimos momentos en ese precioso lugar y con esa familia que tanto cariño
nos había dado. Al día siguiente de bajar de Perestroicka, Chuchi y yo fuimos a
hacer un estético diedro en la Pequeña Torre Rusia. Salió el sol y nos permitió
disfrutar de un bonito día. Y todavía tuve otro día de escalada para disfrutar
con mis amigas Ruth y Esther.
Llegó el momento de marchar, con pena, el 9 de agosto
cogimos el camino que desciende valle abajo junto a Oriol y Marisol. La vuelta
la hicimos por otro camino más corto, un día y medio, largo y duro.
Y al llegar a la civilización, lo que más nos apetecía era
una o dos cervezas. Junus, el chico de la agencia que nos acompañaba y que era
musulmán, no daba crédito a nuestra capacidad de beber cerveza. Durante esos
dos días en Osh aprovechamos para seguir conociendo la cultura del país, un
lugar mayoritariamente musulmán pero donde conviven una variedad de religiones
con cierta armonía aparente. Y en nuestro afán por mezclarnos con la
civilización local, fuimos los tres a una peluquería. Con el pelo arreglado y
más guapos, unos kilitos menos y unas cuantas experiencias más nos volvimos a
Madrid, con ganas de seguir soñando.
Texto escrito para la revista Cuentamontes y Peñalara